PRESENTACION
lunes, 2 de agosto de 2010
MATILDE ASENSI
MATILDE ASENSI, de su libro
"PEREGRINATIO"
En Villalcázar de Sirga, también llamada Villasirga, entrad sin angustia, pues es una vieja encomienda templaría que aún no ha sido abandonada del todo por sus antiguos dueños. Haréis noche allí, en el Hospital Real, donde seréis cumplidamente atendidos, pero al promediar la noche, Jonás, y según ya sabes, deberás estar en pie y listo para ser llevado a la magnífica iglesia de Santa María la Blanca. Déjate impresionar, hijo mío, cuando llegues a los pies de la escalinata que te conducirá al templo. Dicen los freires que no hay iglesia más bella que ésta, que algo se te enrosca en la garganta cuando la ves por fuera y aún más cuando entras. Observa que, contrariamente al resto de iglesias, ésta no está orientada hacia el este sino hacia el sur y piensa qué puede haber motivado una decisión tan fundamental por parte de sus maestros constructores. Sus marciales torreones te aplastarán contra el suelo y su portada, ricamente labrada, te mostrará muchas cosas que ya serás capaz de comprender por ti mismo. Cuando te halles en su interior, tus acompañantes te llevarán hasta la Capilla de Santiago, donde entrarás por la puerta de privilegio y, una vez allí, observa bien la imagen de la Virgen blanca que, estoy seguro, te parecerá tan hermosa como le pareció al rey Alfonso, el décimo de su nombre, apodado el Sabio, quien le dedicó doce de sus famosas Cantigas. Frente a uno de los tres sepulcros que verás, el de un caballero sin nombre —los otros dos son realmente el de Don Felipe, hermano del citado rey Alfonso, y el de su mujer, Doña Leonor de Castro—, serás ceñido con un rico cinturón blanco cumpliendo así el quinto grado de tu iniciación. El sepulcro, en realidad, guarda los restos de alguien muy importante para los caballeros de Cristo y esa noche sabrás de quién se trata, pero, dadas las circunstancias que atraviesa la Orden, pronto será vaciado y se grabará algún nombre falso en su losa. El rito en el que serás ceñido te comprometerá a ser noble y virtuoso en tus relaciones con las damas y doncellas, a las que jurarás defender y respetar hasta el límite de tus fuerzas. El cinturón nunca deberás llevarlo delante o detrás sino ponerlo a diestra o siniestra y anudará firmemente tu corazón, cosa que, por otra parte, te hace mucha falta. Pero no temas, pues en absoluto serás privado de los placeres de la carne por ningún juramento o promesa de castidad. Esto es algo que va más allá y esa noche lo comprenderás.
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